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domingo, 18 de marzo de 2012

Impacto de los avances tecnologicos en la cultura social


El impacto de la tecnología en nuestras vidas

Estas líneas son un ensayo de sociología escritas como trabajo para la universidad con Antonio Campesino.
RECORRIENDO LA HISTORIA
¿Qué futuro nos depararán los descubrimientos científicos y adelantos tecnológicos? Una respuesta total a esta pregunta no resulta factible, pero podemos aventurar un poco. Para ello resulta imprescindible realizar, cuando menos, un pequeño análisis de diversos avances de la ciencia y la tecnología a lo largo de la historia y de su impacto en la sociedad.
La creación de los primeros asentamientos humanos importantes en el Neolítico gracias a la agricultura y ganadería provoca el surgimiento de las primeras sociedades civilizadas. Esto, junto con la metalurgia, hace que el hombre atraviese el umbral de la historia.
Posteriormente, en las primeras civilizaciones (Egipto, Mesopotamia, etc.) se crea la escritura y, con ella, las primeras ciencias (Matemáticas, Astronomía, Geometría) comienzan a desarrollarse. La sociedad comienza a ser transformada por la tecnología, pues la escritura posibilita la existencia de leyes.
Es en Grecia donde la ciencia recibe su mayor impulso. También, y gracias en buena medida al trabajo de Arquímedes, se comienzan a aplicar los conocimientos científicos en la vida diaria, resolviendo problemas prácticos. La ciencia empieza a cambiar la tecnología.
En la Edad Media se sufre en Occidente un gran retroceso. La ciencia se transforma en un culto a los sabios griegos. Sin embargo, es en este período cuando se produce un avance tecnológico clave: la invención de la imprenta. Haría falta un libro entero para resumir sus consecuencias. A nivel social, quizás lo más importante e inmediato que surge gracias a ella es la opinión pública.
En el siglos XVI y XVIII hay que destacar los trabajos de Galileo, Kepler y, sobre todo, Newton. Estos hombres crearon un nuevo concepto de la física contribuyendo a su vez a eliminar la confianza ciega en los postulados de los científicos griegos.
El siglo XVII es conocido sobre todo por hechos tan importantes como la revolución francesa y la independencia de los Estados Unidos. Estos acontecimientos se produjeron bajo el influjo de una nueva corriente de pensamiento: la Ilustración. Fue ella la que marcó el comienzo y las bases de la estructura socioeconómica de nuestros días.
El siglo XIX es el de la revolución industrial. Gracias a la máquina de vapor de Watt inventada en el siglo anterior, se comienza a realizar de forma seria una progresiva mecanización de los medios de producción. Este hecho tuvo un impacto que dura hasta nuestros días, marcando la forma de vida y costumbres de nuestra sociedad. El ferrocarril permite, por primera vez, un transporte rápido a largas distancias. Comienzan a surgir problemas que continúan siendo de gran importancia, como la masificación y desorbitado crecimiento de las ciudades o los problemas de clases.
No cabe duda de que del estudio de la historia se puede deducir que el hombre ha cambiado continuamente a lo largo de ella gracias a algún avance tecnológico. También se puede observar que cada uno de estos adelantos provoca que se aumente la frecuencia del hallazgo de otros nuevos. Las únicas excepciones a esta regla fueron debidas a la renuencia del poder totalitario, ya sea político o religioso, al desarrollo científico, quizá debido al temor que produce el cambio.
EL SIGLO XX
El siglo XX ha sido el que mayor número de descubrimientos científicos y avances tecnológicos ha dado a la historia de la humanidad, debido sin duda a ese crecimiento exponencial del que hablábamos. También hay que destacar la facilidad y rapidez con que esos cambios han sido asimilados por la sociedad, que comenzó a acostumbrarse a ellos como algo natural y casi rutinario.
Científicamente, lo más destacable es Einstein y su teoría de la relatividad. A partir de ahí se desarrolla toda la física y química moderna. Los nuevos modelos atómicos y, en especial, la mecánica cuántica, nos descubren nuevas fuentes de energía y nuevas maneras de destruirnos.
Sin embargo, en la sociedad siempre se han hecho sentir más los efectos de la tecnología que de la ciencia, a pesar de que la primera se basa en la última. El mundo del transporte cambió con la creación y desarrollo de la industria automovilística y la invención del aeroplano. Gracias a estos avances en el transporte, y a las tecnologías en el campo de las comunicaciones, se puede decir que el mundo se ha hecho cada vez más pequeño y que la idea de la aldea global va tornándose cada vez más posible.
Es de destacar también la enorme rapidez con que las nuevas tecnologías se van implantando en la sociedad. Según el profesor Freeman, el prestigioso economista y sociólogo autor del libro "Cambio tecnológico y empleo", la integración plena en la sociedad de una nueva tecnología es del orden de unos 15 años. Y cada vez somos más propensos a cambios profundos de nuestros modelos de vida y comportamiento. ¿Cuáles son las razones de este fenómeno?
La respuesta a esta pregunta es complicada, pero quizá haya que tener en cuenta que el número de científicos dedicados a la investigación es cada día mayor o a la actitud de considerar normal los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos, que quizá se inició con la factoría de inventos de Edison. Progresivamente se ha ido diluyendo el miedo natural del hombre al cambio y éste se nos presenta como algo normal.
GUERRA Y TECNOLOGÍA
Dos cosas tan aparentemente alejadas y sin relación como son la invención de la bomba atómica y la aparición de las primeras computadoras tienen, sin embargo, el punto en común del proyecto Manhattan. Fue aquí donde Von Neumann, tratando de resolver los enormes problemas de cálculo que conllevaba el estudio de la implosión de la bomba atómica, sentó las bases de una arquitectura que casi todos los ordenadores que usamos hoy en día siguen.
A su vez, el desarrollo de la bomba atómica modificó la estructura del mundo. Lo dividió en dos grandes bloques y provocó un sistema tripartito entre Estados Unidos, la Unión Soviética y China en la que las dos potencias más débiles se aliaban en contra de la más fuerte en cada momento. Existía en la sociedad una sensación de enfrentamiento inminente. Sin embargo, a la vez, la competencia entre ellos llevó a una carrera tecnológica sin precedentes. Desde que el hombre voló por primera vez el 17 de diciembre de 1903 al alunizaje de Armstrong y Aldrin el 21 de julio de 1969 transcurrieron tan sólo 66 años.
No hay duda de que las guerras han traído consigo enormes avances tecnológicos. Pero, ¿merece la pena el precio? Millones de vidas perdidas en la Segunda Guerra Mundial y el caos económico y social en el que se han hundido los países del bloque comunista son las consecuencias negativas y obvias. Pero gracias a ellas la carrera espacial y los ordenadores, entre otras cosas, fueron posibles.
Parece, de todas formas, poco probable que esto se vuelva a repetir. Una nueva guerra a nivel mundial sin duda acabaría con la humanidad (y, por lo tanto, no traería mucho progreso científico) y los conflictos locales habituales no suelen llevar consigo un avance significativo. Sin embargo, resulta curioso que aún hoy, en España, el ministerio de Defensa dedica más dinero a investigación y desarrollo que el de Educación y Ciencia. La facilidad con que cualquier descubrimiento científico es transformado en una nueva tecnología bélica ha sido una constante a lo largo de la historia.
La pregunta que cabe hacerse ante la venida del nuevo siglo es la siguiente. Resulta obvio que las aplicaciones bélicas de la ciencia no van a dejar de existir, pero, en vista del panorama político, ¿se seguirá invirtiendo en investigación armamentística al nivel actual o esos fondos se destinarán a fines más pacíficos? El nuevo orden mundial, esta pax americana nacida tras la caída del telón de acero, parece indicar que ocurrirá lo segundo, pero sólo el tiempo nos lo dirá con seguridad.
INFORMÁTICA
El campo de la Informática es, sin duda, el que mayor auge ha tenido durante este siglo y el que con mayor rapidez se ha desarrollado. Desde los primeros computadores y la invención de los transistores (1947, Brattain, Barden y Shockeley) han transcurrido cincuenta años y, hoy en día, es difícil mirar a nuestro alrededor y no ver algo que no tenga ese pequeño pegote de silicio. Quizá sea este el ejemplo más claro de la rapidez con que la sociedad de este siglo ha asimilado los cambios tecnológicos.
Gracias a las máquinas automáticas vivimos una nueva revolución. Hoy en día, es posible que una fábrica entera funcione sin intervención humana directa. La sociedad industrial y sus problemas están siendo sustituidos por una sociedad donde el valor clave es la información. Información almacenada y procesada por ordenadores. La respuesta social y política a este gran cambio todavía no se ha producido. Muchos de los problemas de paro que sufrimos actualmente se deben a esta sociedad mecanizada y no se vislumbra aún una respuesta al problema.
El futuro, una vez que parece encaminada la implantación de ordenadores en los hogares, parece tener dos frentes principales en los que la sociedad se verá modificada. El que, a la vista de su desarrollo actual, parece más lejano, es de la inteligencia artificial. La posibilidad de creación de pensamiento artificial es algo que ha sido estudiado en multitud de ocasiones por los escritores de ciencia-ficción y sus robots. ¿Sería aceptado por la sociedad o ésta sufriría eso que Isaac Asimov denominó complejo de Frankenstein? ¿Condenaría a la humanidad a una existencia de ocio perpetuo o simplemente se complementaría la capacidad de razonamiento humana con otra distinta? Es difícil aventurar la respuesta a estas preguntas, o si alguna vez se dará el supuesto que las provoca.
Por otra parte, el futuro más inmediato de la Informática tiene que lidiar con la creciente combinación de la Informática y las comunicaciones. El boom que recientemente ha tenido Internet parece indicar un futuro en el que aquel que no tenga una arroba no será nadie. Sin embargo, los posibles avances en este campo parecen pertenecer más al campo de las comunicaciones antes que en el de la Informática propiamente dicha. Sin embargo parece claro que, en pocos años, aquel que no sepa usar un ordenador se podrá considerar como un analfabeto funcional.
COMUNICACIONES
El primer y más claro desafío de las telecomunicaciones consistirá en la universalización de las llamadas autopistas de la información, y en su funcionamiento a nivel práctico. Está claro que a las velocidades y costes actuales la red de redes no puede desarrollarse mucho más de lo que está ahora. ¿Que cambios puede traer a la sociedad esta universalización? Sería, sin duda, un paso más en nuestro camino hacia la aldea global y una posible solución a los problemas que provocan las grandes urbes. También posibilitaría una nueva forma de educación. Cada ordenador estaría conectado a todas las grandes bibliotecas del mundo, permitiendo que cada usuario pueda estudiar lo que quiera a su propio ritmo y según sus propios horarios. Una educación constante y placentera que duraría toda la vida.
No es muy difícil imaginar un futuro en el que la nuestras imágenes en tres dimensiones sustituyan a la voz como medio habitual de comunicación. La holografía y la transmisión por láser vía satélite lo harían posible. En muchos casos, esto haría innecesaria la presencia física. Cabe imaginarse una reunión de negocios en la que cada participante estuviese en un país diferente, pero que la simulación holográfica nos permitiera realizar una reunión sin ninguna diferencia aparente con las que se hacen ahora. Aunque tampoco es necesario hacer volar tanto la imaginación para ver que el teletrabajo es una realidad inminente. Todo esto puede provocar una progresiva descentralización de las grandes ciudades, aunque la necesidad de suministros impediría la desaparición total de las mismas.
No hay que olvidar que un uso correcto de la información almacenada en redes será imprescindible para que la ciencia y la tecnología puedan seguir avanzando. Los grandes logros de este siglo y el cada vez mayor número de científicos han provocado que los investigadores deban especializarse cada vez más para obtener resultados. Este hecho, a pesar de ser necesario, encierra sus propios peligros, como un descenso de la creatividad al carecer de conocimientos de otras disciplinas con los que establecer analogías o la duplicación de esfuerzos en una misma investigación de varios grupos de trabajo sin que exista conocimiento de ello. La importancia de la información para solventar estos problemas es crucial, y las redes son el mejor método para el acceso a la misma.

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